quinta-feira, 7 de março de 2013

Sabemos o que comemos?


05.03.13
 - Mundo

 
Esther Vivas
Militante de Izquierda Anticapitalista. Miembro de la Red de Consumo Solidario y de la Campaña ‘No te comas el mundo’.Miembro de Revolta Global-Esquerra Anticapitalista y del Centro de Estudios sobre Movimientos Sociales (CEMS) de la UPF.
Adital
Tradução: ADITAL
Foto: prensalibre
Se antes nos vendiam gato por lebre, hoje nos vencem cavalo por vaca. Saber o que comemos tem se convertido em algo cada dia mais difícil. O recente escândalo alimentar após ter sido detectado carne de cavalo onde deveria haver carne de vaca põe isso em evidência. Canelones La Cocinera, hambúrgueres de Eroski, ravióli e tortellini de carne Buitoni, almôdegas de Ikea são alguns dos produtos que foram retirados do mercado. Está claro que não temos nem ideia do que levamos à boca.
Irlanda e Grã Bretanha foram os primeiros a detectar, em janeiro passado, ADN de cavalo em hambúrgueres etiquetados, teoricamente, como carne vacuna. Supermercados como Tesco, Lidi e Aldi e, inclusive, o rei do hambúrguer, Burguer King, foram obrigados a retirar esses produtos de seus estabelecimentos. Enquanto aqui o governo negava a existência de qualquer coisa similar. Semanas mais tarde, porém, a Organização de Consumidores e Usuários (OCU) encontrava carne de cavalo em hambúrgueres da Eroski e AhorraMas.
A globalização alimentar, a deslocalização da agricultura e os alimentos viajantes têm essas coisas. Cedo ou tarde, as consequências de ditos escândalos chegam também por aqui. O Ministério da Agricultura, Alimentação e Meio Ambiente, finalmente, teve que reconhecer a existência de carne de equino em produtos vendidos como carne de rês. E multinacionais como a Nestlé, entre outras, retiraram das prateleiras os alimentos afetados.
[Em breve, a tradução completa para o português].
A pesar de que la sustitución de una carne por la otra no es perjudicial para nuestra salud, sí que dicho caso ha vuelto a encender las luces de alarma sobre qué comemos y quién mueve los hilos del sistema alimentario. Una vez más, queda demostrado cómo los intereses económicos de un puñado de empresas de la agroindustria se anteponen a las necesidades alimentarias de las personas. De este modo, si producir carne de caballo resulta más barato, carne de caballo es lo que toca en el plato.
Además, descubrir dónde empezó dicho fraude se convierte en misión imposible en una cadena agroalimentaria en la que los alimentos recorren una media de cinco mil kilómetros, según un informe de Amigos de la Tierra, antes de llegar a nuestro plato. Una hamburguesa puede estar hecha por carne de diez mil vacas y pasar por cinco países diferentes antes de llegar al supermercado. ¿Dónde se ha colado el caballo? Irlanda inicialmente acusó al Estado español, luego a Polonia. Cuando el caso estalló en Francia, la culpable era una fábrica en Luxemburgo que, a su vez, señaló que la carne provenía de Rumanía, quien al mismo tiempo, dijo que la mercancía le llegaba de Holanda y Chipre. Ni modo de saber la respuesta.
La historia se repite. Y cada vez que aparece un nuevo escándalo asistimos al mismo goteó de acusaciones cruzadas, alarma social, imposibilidad de saber su origen y toneladas de comida en la basura. Pasó con la E. Coli y los pepinos y mucho antes con los pollos con dioxinas, las vacas locas, la peste porcina y un largo etc. Y volverá a pasar. Se trata de la otra cara de un sistema alimentario que nos venden como el mejor de los posibles pero que en realidad no funciona y que es incapaz de alimentarnos de una manera sana y saludable, ser transparente y acabar con el hambre en el mundo.
Unos escándalos alimentarios que son resultado de un modelo deslocalizado, kilométrico, petrodependiente, sin campesinos, intensivo, adicto a los pesticidas... que, básicamente, busca hacer negocio con algo tan imprescindible como la comida. Incluso la gripe porcina y la gripe aviar se originaron en granjas de cría intensiva y a gran escala, donde dichos animales se hacinan, soportan un trato abusivo y cruel, criados con altas dosis de antibióticos y tratados como mercancías.
Hoy la cadena alimentaria, que sitúa en un extremo al campesino/productor y en el otro al consumidor, se ha alargado hasta tal punto que ninguno de ellos puede incidir en la misma. Nuestra alimentación está en manos de empresas que monopolizan cada uno de los tramos de la producción, la transformación y la distribución de los alimentos, de las semillas al supermercado, e imponen sus reglas del juego. Y si nuestro derecho a alimentarnos está en manos de empresas como Cargill, Dupont, Syngenta, Monsanto, Kraft, Nestlé, Procter&Gamble, Mercadona, Alcampo, El Corte Inglés, Carrefour... está claro que este derecho, como demuestra la realidad, no está garantizado.
Sólo tenemos una alternativa: volver a reapropiarnos de las políticas agrícolas y alimentarias. Acabar con la dictadura de los mercados, también, en las cosas del comer. Exigir eso que nos niegan tan a menudo como personas y como pueblo: el derecho a decidir, la soberanía, en este caso la soberanía alimentaria. Y volver a ser dueños de nuestra agricultura y nuestra alimentación.
[*Artículo publicado en Público, 01/03/2013.
+info: http://esthervivas.com].

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