quinta-feira, 28 de março de 2013

[Dom O. Romero] ‘Em ti, o órfão encontra compaixão’



 
Jon Sobrino, s.j.
Teólogo. Director del Centro Monseñor Romero de la UCA
Adital
Tradução:ADITAL

Homilia do padre Jon Sobrino, em 22 de março, na Capela da Universidade Centro-americana (UCA), no XXXIII Aniversário do martírio de Dom Oscar Arnulfo Romero
I
Essas palavras do profeta Oseias dizem, melhor do que qualquer credo ou dogma, quem era Javé, Deus, para os pobres de Israel. É a verdadeira confissão de Deus. Nessa Eucaristia, as aplicamos a nosso querido irmão Oscar Romero.
Nosso país é um país de pobres. Homens e mulheres que não têm muito para dar de comer a seus filhos; que não têm onde viver quando os temporais destrói suas casas; que vão de porta em porta sem encontrar trabalho; e têm que arriscar paz, família e vida em outros países. Esses homens e mulheres encontram compaixão, consolo e esperança em Dom Oscar Romero.
Nosso país é um país de jovens, de desaparecidos, de sequestrados, de assassinados dia a dia; e que não encontram trabalho. É um país de mulheres que tinham que sair em fuga com seus bebês nos braços e que sofriam quando seus filhos iam embora de casa, para a ‘organização’ ou para o mato. Em Dom Romero, encontravam forças para viver.
E muitos outros milhares em El Salvador, na Guatemala, no Haiti, na Colômbia encontraram nele a luz para caminhar, generosidade para arriscar, pranto para chorar, riso para rir.
Foi voz dos sem voz; defensor ex officio dos oprimidos; consolo dos que choram. Ainda hoje o chamamos de "pastor, profeta e mártir nosso”. E com carinho falamos dele como somente falamos de Deus e lhe dizemos: "Dom Romero, em ti, o órfão encontra compaixão”. Em Dom Romero muitos salvadorenhos encontraram ao Deus misterioso que dá forças para viver.
E nos salvadorenhos, Dom Romero encontrou seu povo. Vamos dizer isso com suas palavras:
II
Mirando el sufrimiento de su pueblo en Egipto dijo Yahvé: "Siempre estaré con ustedes”. Viendo el sufrimiento de los salvadoreños dijo Monseñor: "No abandonaré a mi pueblo”. Y no fueron palabras vanas. Solía decir: "Con ustedes correré todos los riesgos”. Y al presidente del país que le ofrecía protección le contestó solemnemente: "Quiero decirle que, antes que mi seguridad personal yo quisiera seguridad y tranquilidad para 108 familias y desaparecidos. Un bienestar personal, una seguridad de mi vida no me interesa mientras mire en mi pueblo un sistema económico que tiende cada vez más a abrir esas diferencias sociales”.
De su dolor habló Monseñor en las homilías. "Hermanos, ya me duele mucho el alma de saber cómo se tortura a nuestra gente”. Y las homilías las preparaba así. "Le pido al señor durante toda la semana, mientras voy recogiendo el clamor del pueblo y el dolor de tanto crimen, la ignonimia de tanta violencia, que me dé la palabra oportuna para consolar, para denunciar, para llamar al arrepentimiento”.
Creaba, estrujaba el lenguaje, para que aflorase su dolor. "Esta semana se me horrorizó el corazón cuando vi a la esposa con sus nueve niñitos pequeños que venía a informarme. Según ella lo encontraron con señales de tortura y muerto. Ahí está esa esposa y esos niños desamparados”.
Arremetió contra los criminales, y más allá de la justicia legal y restaurativa conminó a hacerse cargo de la vida de esos nueve niños: "Yo creo que el que comete un crimen de esa categoría está obligado a la restitución. Es necesario que tantos hogares que han quedado desamparados como este reciban ayuda. El criminal que desampara un hogar tiene obligación en conciencia de ayudar a sostener ese hogar”.
Y la buena noticia de ese pueblo. En ese pueblo sufrido Monseñor Romero encontró luz, cariño y amor. "Siento que el pueblo es mi profeta”. "El obispo siempre tiene mucho que aprender de su pueblo”. "Entre ustedes y yo hacemos esta homilía”. "Con este pueblo no cuesta ser buen pastor”. "Me glorío de estar en medio de este pueblo”.
Razón tenía el padre Ellacuría cuando dijo: "Con Monseñor Romero Dios pasó por El Salvador”.
III
Digámoslo ahora brevemente en el lenguaje que en 1979 usaron los obispos en Puebla. Puebla es conocida por la opción por los pobres. Pero habló sobre todo del Dios de los pobres y de los pobres de Dios.
Dios es el primero que ha hecho la opción por los pobres. La Iglesia no ha inventado nada nuevo -y Dios cumple mejor que la iglesia con esa opción. Y en esa opción de Dios hay dos cosas fundamentales que ojalá las tengamos siempre presentes, y ojalá las reproduzcamos nosotros aunque sea en pequeño.
La primera es la gratuidad. "Por el mero hecho de ser pobres, independientemente de su condición personal y moral, Dios los defiende y los ama” (1143). El amor de Dios a los pobres es absoluto, sin condiciones. Como decíamos antes "en Dios el huérfano encuentra compasión”. Dios no reacciona a la bondad de los pobres ni a sus méritos. Dios reacciona a su pobreza. Eso es lo que mueve el corazón.
La segunda es salir en defensa del pobre, y quiero insistir en este punto. Dios no solo ama y ayuda al pobre, sino que antes lo defiende -lo cual no suele ser tenido en cuenta. Y es importante ver la lógica profunda en esa actuación de Dios. Lo que hace que el pobre sea pobre –muy fundamentalmente en nuestro mundo- es que tiene enemigos, adversarios. Optar por el pobre es entonces enfrentarse con quienes les hacen pobres, y es, por ello, entrar en conflicto con sus opresores. Optar por el pobre es, no solo pero sí muy principalmente, luchar contra los victimarios para que dejen de producir víctimas.
No hay opción por los pobres sin decisión a defenderlos. Y por lo tanto, sin una decisión a introducirse en el conflicto histórico. Esto no suele ser muy tenido en cuenta. Ni siquiera teóricamente. Tampoco en Aparecida. Pero, digámoslo una vez más: no hay opción por los pobres sin arriesgar.
IV
Este año el aniversario de Monseñor Romero coincide con la elección de un nuevo papa, Francisco. Para terminar quiero decir brevemente dos cosas:
La primera es mi deseo de que en él los pobres encuentren siempre compasión. Que el papa nos ayude a nosotros a ser compasivos con los pobres. Y que nosotros ayudemos al papa a ser compasivo con ellos.
La segunda es presentarle algunos deseos. Menciono cuatro que me parecen importantes, y que espero sean de su agrado:
1. Que proclame que la Iglesia es Iglesia de los pobres, y que escuche con alegría el aplauso de Juan XXIII, quien descansa en paz en una tumba cercana a su aposento papal.
2. Que de una vez por todas enaltezca a la mujer y resuelva valientemente el problema de la mujer en la iglesia. Y que con las mujeres dentro la Iglesia sea mejor partera de humanidad.
3. Que no abandone la modesta cruz que lleva al pecho. Y que comience a dar pasos para dejar de ser jefe de Estado. Y así, que haga de la iglesia un pueblo que camina, con tanteos, hacia Dios.
4. Que canonice sin necesidad de repetir fórmulas y sin quedar aprisionado en normas, a todos los mártires y a todas las mártires de la justicia en el seguimiento de Jesús. Y si busca un nombre para que todos ellos y ellas tengan nombre, desde aquí le ofrecemos muy humildemente el nombre deMonseñor Romero y el nombre de los mártires de El Mozote. Y que él añada muchos otros nombres de hombres y mujeres -y de pueblos crucificados- que han dado su vida por amor como Jesús crucificado y como el siervo sufriente de Yahvé. Con todos ellos y con todas ellas Dios ha pasado por este mundo.
Que Monseñor Romero le ayude al papa Francisco. Y que nos ayude a todos nosotros a parecernos a Jesús de Nazaret.

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